“Sí, quiero” respondió Julia a esa pregunta eterna con sus tibios 19 años. El maquillaje trataba de hacer que esos ojos de niña, redondos y húmedos, parecieran los de una mujer tomando sus propias decisiones. El vestido blanco, las flores en la mano y un futuro por delante. La foto en la biblioteca de la sala también le recuerda ese día. Como si pudiera olvidarlo.
Últimamente los recuerdos están
más presentes que nunca. En una avalancha de nostalgia lo toman por sorpresa a
Luis y lo tumban en el sillón donde se queda un rato con la tristeza y la
alegría, una en cada mano.
Julia era silenciosa. No pedía
mucho para darlo todo a cambio. La casa siempre austera, siempre oliendo a
limón. Luis se pregunta si ella fue realmente feliz. La amó, mucho. La amó como
se amaba en 1943.
Un día de mayo comenzó la vida como
bancario con el timbrar del teléfono. Finalmente llegó ese trabajo que había
soñado por años. El orgullo y la satisfacción. El deseo de una generación que
desembarcó con el hambre en una valija. Julia salió un rato de la casa y cuando
volvió le dio una cajita rectangular de cuero negro con una sonrisa tímida, muy
parecida a la de sus 19 años. Adentro, la lapicera con sus iniciales grabadas que
hoy descansa en paz en su escritorio después de años de firmar cheques y
endosos a la par de él. Esa era Julia, su gran compañera silenciosa que lo dejó
ser y alcanzar.
Luis respira agitado en el sillón
después de otra avalancha. Pareciera que cada vez le cuesta más recuperarse de
ellas. Es que aunque guarde las tazas en el mueble justo como las ponía Julita,
aunque cuelgue el repasador de la manija del horno como siempre hacía ella, o
aunque conserve intacto y sagrado el lado izquierdo de la cama, ella no vuelve
para quedarse. Vuelve hecha recuerdos, pequeños pedazos de vida, cuotas de cotidianidad compartida.
Afuera los grillos gritan que
llegó el verano. En un esfuerzo casi sobrehumano él se aferra al apoyabrazos y
se levanta del sillón. Va hasta la ventana, cierra el postigo y recuerda que la
ventana, una vez más, no cierra bien. La apoya y promete arreglarla. Quizás
mañana, cuando los recuerdos lo dejen tranquilo.
1 comentario:
Esta bella historia hoy también es mia
MC
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