miércoles, 18 de marzo de 2015

El abrazo de los desconocidos


Suena la chicharra, las puertas se abren y entro en el túnel de 50 minutos que me lleva y me trae cada día. No sólo me lleva a mí; somos muchas historias paradas, sentadas, tambaleando y avanzando juntas. No sabemos nada una de la otra.

Pero ese lunes tan igual me senté y abrí mi libro sin saber que Cortázar tendría franco: había otra historia para escuchar. Sin querer, me hice parte de un relato que no iba dirigido a mí pero que escuché con la atención de un amigo y la empatía de un ser querido.

Al protagonista lo vi muchas veces. Camina ida y vuelta por el túnel. Saluda y ofrece con una voz tan fuerte como su corazón (según pude descubrir mucho después). Ese día, entre puertas que se abren y cierran, gente que pide permiso y caras que vienen y van, le compartió al Ruso (y a mí) uno de sus dolores más grandes.


A Silvia le dan el alta después de meses de estar internada. Pero él sabe que el panorama no es bueno. La lleva a su casa con el mismo amor de siempre y le ofrece todo cuando ella no pide nada. Sólo necesita agua y compañía. La respetó en su dolor, en su rebeldía, en su último deseo y la dejó permanecer. Aun cuando muchos no entendían, él la defendió y comprendió que no se estaba rindiendo sino dejando que el río siga su curso natural. Ella sólo pedía agua. Pero un día lo llamó y también le pidió la mano. La apretó con fuerza. Los dos supieron. Los labios se despidieron en un abrazo tibio y memorable y, en un último esfuerzo se abrieron para decir te amo. Él siguió al lado como siempre, todavía sosteniendo su mano con el corazón y los ojos empapados.


Creo que fue el testimonio de amor, la fuerza de este hombre, la fragilidad de su historia. Entendí su dolor y por esto no pude evitar las lágrimas. No sé si el Ruso lo entendió, pero yo sin dudas lo abracé en la distancia de los desconocidos y guardé su relato conmigo.


A la vuelta lo volví a ver y su voz me pareció más fuerte que nunca. La garra, el empuje, el dolor, todo lo vi en su mirada, y no pude más que canjear $10 por una historia que para mí es invaluable.

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