sábado, 11 de diciembre de 2010

Cajoneando



La mano se enrojece con pasión. Golpea contra la madera con la fuerza capaz de crear ritmo, melodía y canción. En lo que parece un ritual ancestral las manos piden lo que el corazón no es capaz de verbalizar. Es una plegaria de graves y agudos. Chasquidos y golpes se preguntan y se responden con la naturalidad que sabe crear la música.
Sólo manos y madera. Tan humilde es este juego que no necesita nada más. Así de sencilla es la creación. Aprendo de la pequeñez de los momentos felices y me abstraigo.
No puedo pensar en nada más. Me imagino que así debe ser la meditación, un momento donde la mente se pone en pausa y, como espectadores de nuestro propio cuerpo, nos dejamos llevar. Entonces obedezco a mis manos y sus ganas de bailar eufóricamente al ritmo de mi música. La fiesta comienza.

1 comentario:

Feli Pena dijo...

Te quiero mucho!! ultima entrada como amateur!! mañana sos profesional!!! waw!!