jueves, 2 de septiembre de 2010

Agua

Los días de lluvia la predisponen distinto a la cotidianeidad de los jueves. Paraguas en mano, empieza el día sintiendose más creatura que nunca. El cielo ruge, el agua golpea contra el paraguas casi como una percusión, los cadáveres de alambres y tela que alguna vez repararon a alguien, ahora son parte de la basura urbana. "Lo barato sale caro" a la orden del día. El viento le da vueltas alrededor intentando remontarla como un barrilete, y en ese intento pierde el pañuelo que le abrazaba la garganta. Intenta alcanzarlo con las manos repletas de cosas, pero finalmente lo pierde.
Sigue su camino con un sentimiento de derrota en el cuerpo y el alma, y se cruza con un grupo de extranjeros que se disponían a recorrer Buenos Aires demasiado ligeros de ropa para los pocos grados que congelan a la ciudad. Ella les pide perdón por la hostilidad porteña de ese día y les regala la última sonrisa que quedaba entre las caras empapadas. 
No llores Buenos Aires. Ni por mi ni por nadie. No vale la pena. Yo prometo no llorar aunque el día me pegue al piso mojado.
Su pañuelo blanco se hace uno con el agua y baila en un charco, lejos de ella, celebrando la lluvia que lo liberó.

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