martes, 13 de julio de 2010

Una vuelta y todo cambia


A primera vista: un jardín geométrico con flores rosas, violetas y verdes. Sí, en este jardín las flores también pueden ser verdes. De a poquito caen los pétalos y un otoño impensado desnuda el jardín. Todo cae para dar lugar ahora a una orquesta. Instrumentos de mil tamaños y colores que nunca vi antes, pero melodías que reconozco de mi infancia o de alguna ajena. Bailo y canto al ritmo, despreocupadamente. Hasta que (creo que esta vez fue un viento fuerte del Este) obliga a los músicos y la música a huir despavoridos. Se rompen los vidrios, las maderas se chocan y todos desparecen. Sin embargo no estoy sola; lentos, casi de puntitas, llegan los pececitos de colores nadando. El mar es rosa, pero para ellos y para mí es lo mismo, porque se siente igual de libre y refrescante. Hacen figuras, se esconden, se escapan, van y vienen en una coreografía de escamas y burbujas. Pero dura poco. Ahora no sé bien qué, como si alguien fuera dueño de ese mundo, todo gira despacio hacia la izquierda y cae. Ya no es lo que era. ¿Pero qué viene ahora? ¿Qué sigue?

Un caleidoscopio que admiro pero no comprendo cómo funciona me enseñó que los espejitos de colores duran poco en su lugar y con el más mínimo movimiento cambian la escena. Pero no es el fin, es el comienzo de muchas historias por contar.

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