miércoles, 19 de noviembre de 2008

Bicicleteando


Hoy resucité a una compañera de años, alguien a quien extrañaba mucho y soñaba con volver a ver. Hoy recuperé mi bicicleta azul.
Por primera vez en varios meses mi tiempo es todo mío. Tan mío que no sé muy bien qué hacer con él.
Hoy me tomé mi tiempo para todo: volví a caminar sin apuro, sin mal humor, con paciencia; comí cuando mi cuerpo me lo sugirió; y sonreí más que de costumbre. En este clima relajado e insusal renacieron en mí las ganas de volver a andar en MI bicicleta.
Decidida, emprendí mi camino a la casa donde mi bicileta descansaba olvidada viendo pasar los días que después fueron meses y años. Llegué al garaje y la ví atrás de todo... atrapada, un poco menos azul, con la moral caída y las ruedas desinfladas. Me sentí muy mal, casi como una madre abandónica. ¿Cómo me pude olvidar de mi compañera que en mi adolescencia me llevaba y traía a todos lados fiel e incondicionalmente?
La rescaté y caminé con ella a cuestas buscando el aire que le devolviera sus años de juventud. Un señor me ofreció inflarla y tal como me temía... mi bicicleta agonizaba, estaba pinchada. Pero yo ya estaba decidida a recuperarla, así que seguí el camino arrastrándola hasta la bicicletería, donde en 10 minutos un hombre con mirada clara y manos oscuras mejoró el diagnóstico. "Ahora sólo falta que la limpies un poco y queda diez puntos", dijo. Un hombre que en 10 minutos me remontó, como una hoja seca en una ráfaga de viento, a mis 12 años.
Me subí un poco indecisa pero la memoria de mis piernas, intacta, me llevaba segura.
El viento en la cara y en el alma. Y de vuelta... el tiempo fue mío.