viernes, 13 de junio de 2008

El tiempo no para ni va a parar


La lucha contra el tiempo es algo de todos los días. Pasa en todas las ciudades. Son unas pocas privilegiadas las que no padecen este mal.
Lucas camina apurado por la calle pero no sabe a dónde va. Sólo intenta fluir con la gente, con la manada de pies que se mueve al ritmo de las agujas del reloj. Lucas camina, el reloj no para y la gente tampoco. ¿Cómo se hace para bajarse de la montaña rusa de la ciudad? ¿Cómo se hace para vivir sin horarios, citas, minutos y apuro?

Yo no recomiendo frenar porque es probable que nunca más se quieran subir. En la adrenalina del conteo final hay muchos que encuentran la energía para desafiar la vida.
5, 4, 3, 2, 1, 0.
Los pobres números y su connotación tan negativa. Años que nos gustaría esconder, las matemáticas, las famosas y tan odiadas medidas, el peso, las fechas que preferiríamos olvidar. Números. ¿Puede ser que algo tan impersonal y sin vida rija la nuestra?

Lucas se quiere bajar. Se cansó de caminar. No me hace caso y dice que no le importa si nunca más vuelve a subir. Frena. La gente lo choca, lo empuja, lo mira mal. Un marginado social. Uno más del montón que viven al costado del camino y no nos dignamos a mirar. No es fácil ir contra la vorágine del tiempo y la corriente. Como a un niño, la multitud devora a Lucas.
No supe más de él. Un amigo me contó que a veces lo ve dormido en la calle, sacudiéndose como si estuviera soñando pesadillas. Me gustaría verlo. Abrazarlo y decirle que es mi héroe, un mártir de la sociedad.

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